lunes, 17 de marzo de 2014

EL CLUB DE LOS RABIOSOS (VII): Por Chuchito lindo (Por: El Negro)

    Yo no se, pero pa’ mi que el viejo Cantor tiene su guardado. Yo no termino de creer todo lo que dice de su mujer cuando está así, pasadito de brandys: que yo tanto que la quiero; que desde que la vi sentadita en la cerca esa de piedra que había por su rancho, mirando pa’ fuera, pa’lejos, se me hizo chiquito el corazón, me dije: Eusebio Cantor, hijo de Eusebio Cantor padre, esa mujer es la que mi diosito le mandó, agarre y cójala.  Eso dice él, y entre trago y trago empieza a echar todo ese cuento de cómo empezó a pasar sagradamente todos los días a dejarle frutas a la tía de ella, que era la que cuidaba a la vieja Cantor, cuando no era ni vieja ni mucho menos “de Cantor”, y la cuidaba porque la mamá se murió dándole un hermanito a la vieja, y el papá, según dice el viejo, se murió de pena, de pura tristeza sin su mujer. Y así, entre fruta y fruta fue ablandando a la tía de la vieja, hasta que un día la señora le dijo a su sobrina –vístase mija que usted se va con ese señor.  Y él se la llevó, la sacó del rancho con cerca de piedra y se la llevó pal' pueblo. Y dice el viejo Cantor que desde ese día la vieja ha sido la mujer más contenta, y él, el hombre más de buenas porque le tocó una mujer de su casa, juiciosa y buena, aunque su barriga nunca le pudo dar ni un solo hijo; que eso, según el viejo, es como brujería, como una maldición que su mamá le pasó al morirse, la maldición de no quedar nunca preñada. Él dice que es mejor, porque a lo mejor la vieja se habría muerto, como su mamá, pariendo un niño para el viejo Cantor.
     Con todo y eso, yo si soy de los que cree que al viejo Cantor la que le pone chiquito el corazón es la señora Socorro.  Sino a cuenta de qué el viejo Cantor le cuida tanto a su hijo el Darko.  Porque a mi también me ha tocado salir pitado de la casa cuando a mi papá se le alborota el animal por el aguardiente, y mi mamá nos abre la puerta a escondidas pa’ que salgamos y el “señor” no nos pegue más.  Pero a mí nunca, por más que le he pedido, el viejo Cantor me ha guardado en su casa. 

     Yo creo, como creen varias señoras que yo he oído, que el viejo Cantor lo que está es enamorado de la doña Socorro, y por eso tanta cosa con el Darko, tanto cuidado tan raro.   Y es que yo lo he visto, por Chuchito lindo que lo he visto cuando ella entra a la tienda a pedirle la harina de arepas o el arroz, y él, ahí hecho una baba, blandito blandito, que casi ni es capaz de mirarla de frente.  Y cuando ella sale,  él rapidito se toma un pocillado lleno de brandy y pone música duro, tan duro que desde adentro la vieja de Cantor pega un grito, y yo creo que no es por la música sino de puros celos; porque ella también debe saber, como también sabe el papá del Darko, que cuando camina por esta calle, nunca lo hace por el andén de la tienda del viejo a menos que venga a buscar al Darko, y ahí si entra lleno de coraje. Y yo creo que su rabia cuando entra no es por el Darko, porque se haya ido volado cuando oyó hablar del ejército, sino por su señora Socorro, porque siempre le han querido quitar lo que es suyo.  Aunque eso de que ella sea de él también tiene su engaño, ahí también hay otra historia, y a mi me podrán decir “ve este Negro tan mentiroso”, pero uno ha escuchado cosas, cosas que suenan a cierto.

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