domingo, 27 de septiembre de 2015

NAARUNE GUUSE (en zapoteco: soy pescador)

Septiembre 18 de 2015.  Juchitán de Zaragoza, Oxaca


El Istmo de Teuantepec, es una multitud de cosas: es la ruta más rápida para cruzar el país desde el Océano Pacífico hasta el Golfo de México, es la línea imaginaria entre Norte América y Centro América, es corredor industrial, es nicho de explotación petrolera, es el lugar con corrientes de aire únicas en el mundo, según los industriales de la energía eólica.
El Istmo, para los locales, más que cualquier otra cosa, es la cuna y hogar del pueblo Binni’zaa, el pueblo Zapoteca.

Desde 1994 empezaron a construirse en el Itsmo grandes parques eólicos en diferentes localidades del municipio de Juchitán y otros tantos, desde entonces el plan no se ha detenido.  De más de 600 aerogeneradores hablan los locales, de más de 21 parques en funcionamiento.

Con índices muy bajo de producción de gases de efecto invernadero, y como una alternativa a la extracción de combustibles fósiles, la obtención de energía a partir de las corrientes de aire que pasan a través de aerogeneradores a mas de 70 metros de altura, ha de ser la opción limpia y alternativa, económicamente hablando, para países como México.   Solución energetica, dicen unos, pero problema territorial y peligro para la sobrevivencia de comunidades y sus tradiciones, dicen otros. 

Allí cerca de Juchitán de Zaragoza y aún en su jurisdicción, hay un pueblo zapoteco con nombre de militar, de presidente, un pueblo que lleva el nombre del General Invencible.   En Álvaro Obregón, Gui’xhi’Ro, como le llama el pueblo Binni’zaa, (zapotecos) desde hace uno meses varios hombres y mujeres están aposentados en el edificio que hasta hace poco albergaba a las autoridades dependientes de Juchitán, hoy están ahí día y noche los comunitarios, los que dicen que este pueblo solo se salva, si se manda solo.

      naarune gusse, rina ace vendda nece venddabua.  (Soy pescador, agarramos pescado y también camarón)

Aquí todos, chicos y grandes, dicen que el mar es su banco.  –Todo lo que tenemos sale del mar, lo que dios pone ahí es para nosotros.  Y ese mar al que se refieren, de donde sacan la sal, las lisas, los camarones y las jaibas,  son dos enormes lagunas del Golfo de Teuantepec, dos grandes extensiones de agua dulce y salada de poca profundidad, la Inferior y la Superior separadas por la Barra Santa Teresa, y entre las lagunas y el Mar abierto, la Barra del Mar Vivo.
Justo en la Barra Santa Teresa, una extensión de tierra y mangle, es donde Mareña Renovables, la empresa española, planea poner los “ventiladores” como llaman los locales a los enormes aerogeneradores. 
En Álvaro Obregón, las elecciones se detuvieron, se organizaron policías comunitarios con caucheras y machetes y la comunidad se dividió entre los que apoyan a los comunitarios para defender su mar de los megaproyectos y los que abogan por su entrada, asumiendo que serán más las ganancias que las perdidas.  Los Comunitarios y Los Contras.  La policía comunitaria y la gente que piedra en mano, o con un puñado de conchas se defienden de la policía federal o municipal que llega con los contras y Mareña a tratar de entrar a instalar los ventiladores.

Y aun cuando aquí se ve el maíz alto y esbelto en la milpa, y hay sembradíos de calabaza, frijol y ajonjolí, la gente  subsiste gracias al mar, los hombres salen a pescar y las mujeres cocinan lo que ellos traen, y lo que sobra tras comer todos en casa, se vende en el mercado.

–Aquí hay chingo de peces, robalo, roncador, lisas, jaibas camarón; pero si ponen los ventiladores no va a quedar nada.
Eso dicen ellos, aunque Mareña dice lo contrario.  Ellos dicen que el cable que tiraran en el lecho del mar, la entrada de grandes barcos que traerán el material de construcción y la eterna luz que emanan los ventiladores espantará a los peces.  Dicen que el mangle morirá al enterrar a muchos metros de profundidad los ventiladores y que los canales de comunicación submarinos entre las lagunas quedaran cerrados.  

–Las aves y los murciélagos quedan ahí tendidos, porque las aspan los rajan, se atraviesan en su trayectoria y se mueren.


Dicen además, y lo pudieron comprobar una vez ya, que la entrada de los lugareños quedará restringida, tendrán que pedir permiso a los foráneos para entrar a su mar a pescar y si lo consiguen, tendrán que hacerlo según sus instrucciones y en dónde ellos determinen, no cómo lo han hecho por siglos en las lagunas sagradas donde aun hoy, según dicen, gente de otros pueblo aún hace ritos para comunicarse con el trueno y el mar, donde todavia puede merodear el mítico Tileme, animal monstruoso que solo los antiguos vieron.

Los comunitarios se atrincheraron en lo que ellos llaman La Barricada, la antigua hacienda del fundador del pueblo, otro militar, hoy experiemnto de granja. Los comunitarios se tomaron la sede del poder local.  Los comunitarios retuvieron una patrulla de la policía.  Los comunitarios se reúnen a la sombra de los almendros y los mangos.  Los comunitarios y su emisora en zapoteco.  Los comunitarios y el apoyo de los muchachos de otros estados que dicen que más que anarquistas son personas.   Los comunitarios de Álvaro Obregón junto a las otras poblaciones hoy reunidas en la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio, se niegan a que un gobierno que no los conoce, que no tiene una conexión sagrada con sus costumbres y tradiciones decida, sobre su territorio y sus formas de vivir.

–Nosotros no solo queremos que no entre Mareña, lo que queremos es vivir comunitariamente, sin esclavizarnos unos a otros, que haya para todos, dice un policía comunitario rumbo a la Barra para, en medio de la noche, dejar la lancha lista con la que alguno pescara el día siguiente.

Dicen que las cooperativas hoy, y antes todos, trabajaban empleándose unos a otros, el dueño de la lancha llevaba algunos pescadores y les pagaba una pequeña suma por su trabajo, ahora a bordo de una camioneta, van 9 hombres comunitarios, ninguno es empleado de otro, todos trabajaran desde antes de que el sol despuente hasta que las olas sean muy altas,  el botín se repartirá en partes iguales y cada uno llegará a casa con un costal lleno de pescado y jaibas.





El cayuco (balsa) se aleja unos 150 metros de la orilla para extender la red.



Extendiendo la red

Los pescadores se alinean para halar la red hacia la orilla

Los pescadores se alinean para halar la red hacia la orilla

En el Cayuco va extendiendose las dos redes de unos 3 mst de ancho por 50 de largo


Con una bara de madera se impulsa en cayuco

Pescador sostiene la punta de la red


pescadores esperan para halar la red




pescadores halan la red hacía la orilla


pescadores se preparan para repartir el botín del día

cada pescador con su costal con pescado y jaiba


martes, 22 de septiembre de 2015

APACHES Y GACHUPINES, BATALLA NEGRA EN LA COSTA CHICA


Septiembre 16 de 2015.  San Nicolás, Guerrero

En un esquina cualquiera en el centro del DF, un hombre con la cara llena de dobleces, dice a otro, periódico en mano, que no, que no es cierto, en México no hay negros, y si los hay, deben venir de otro lado.
Cubanos, congos, afromexicanos, afroamericanos, afrodescendientes.  Negros.  Aún hoy, según dicen, en los censos no hay casilla para los que se identifican con un grupo humano que no es indígena, y que no es lo que tan imprecisamente llamamos mestizos, un grupo en cuya piel parece verse más directa la ascendencia de los esclavos desarraigados de África en la conquista.

En  Cuajinicuilapa, municipio de Guerrero, ubicado en la Costa Chica, allí en los límites con Oxaca, una mujer de piel muy oscura dice que sus vecinos sí son negros a diferencia de ella.  Aquí, donde aún alguna institución recuerda las antiguas casas de barro y zacate con techo redondo, otra bella mujer, de vieja belleza, habla de un huevo frotado  y algunas hierbas para curar, recita versos picantes y dibuja con palabras una cruz en el suelo y un niño muerto  que arrullan mientras el llanto de la madre resuena.  Aquí no solo la piel es  prieta y el cabello rizado, aquí algo indefinido pervive en las viejas tradiciones, los versos, los “tonos” o secretos animales gemelos, la sombra que escapa del cuerpo, el baile, la música.

Según dicen, los barcos negreros llegaron a Veracruz, sobre el Atlántico, pero algunos mexicanos aposentados a borde del Pacífico, recuerdan  haber oído desde niños la historia de aquel barco grande que dejó a los abuelos de antes en lo que hoy son las costas de Cuaji.  A lo mejor el barco no llegó a Cuaji, pero los negros sí, negros cimarrones, negros que huían del altiplano o de  plantaciones cercanas.
Los negros llegaron con los españoles, y en estas tierras muchas veces fueron capataces y vaqueros, mano de obra de un gran latifundista que recibió a los huidos, por eso la relación entre los indígenas y los negros en ese primer contacto fue por lo menos hostil.  
Los indígenas son los hijos de esta tierra; los españoles, los extranjeros saqueadores; los negros, nada, los sin casa.


La noche del 15 de Septiembre en todo México se gritó aquello de ¡Viva México!, eso dicen los periódicos, otros dicen que no hay nada que celebrar, que el grito no es un festejo, es un aullido de dolor.   En el ayuntamiento de Cuaji por las festividades se ven tendidos pendones con los rostros y nombres de los próceres, criollos nacidos en la Nueva América que lucharon por un relevo de poder al que solo tenían acceso los peninsulares.  El poder lo lograron, para negros e indios la cosa sigo como venía.  Las caras de los próceres podrían ser todas la misma, muy blancas, muy severas, todas igualitas, aun cuando en los libros de historias y a viva voz en las calles se dice que algunos de ellos no era tan blancos, como el ex presidente aquel cuyo cuerpo quiere volver a suelo mexicano a un siglo de su muerte, al parecer, al principio de sus gestas era un moreno que en su ruta de ascenso al poder la historia fue blanqueando.

Tras la noche del grito, se desfila y celebra la independencia con actos cívicos, en San Nicolás de Tolentino, jurisdicción de Cuaji, la celebración es una batalla.  


Desde muy temprano todo es agitación, unos cuantos orgullosos con traje rojo y coronas de papel beben un tequila, dos, tres, las cerveza pasa de mano en mano y las cajas se apilan en la esquina.  Entre los paisanos, unos sin ningún distintivo preparan como en secreto los “cuetes”, mientras en una casa de la calle principal se sirve caldo con tortillas para todos y se preparan los treinta pollos para la barbacoa.

Los del vestido rojo y flechas con olotes en la punta, son los Apaches.  –Indios, pues.  Somos los indios, dice un negro con arco y flecha.
Los otros, los sin uniforme que preparan las antorchas y amontonan la pólvora, son los Gachupines, los españoles.
Unos tienen a su reina, la América, una bella quinceañera de mirada un rato dura, una rato seductora.  Los otros, su reina de España, corona, capa y cetro.   Con América su guardia gay, con la reina, una modesta corte y dos niños edecanes.

Los apaches bailan en filas junto a la América y los paisanos saben que se aproxima el momento de la huida, las puertas cerradas, las ventanas entre abiertas para alcanzar a husmear.   De repente suenan los primeros estallidos, los gachupines empezaron la guerra.  Los apaches corren al encuentro y empieza la persecución.  En la esquina, una emboscada de cuetes, mientras la América avanza entre su guardia personal rumba a la iglesia.  Los gachupines atrapados son detenidos y conducidos a la cárcel, los olotes en las puntas de las flechas vuelan y se estrellan en la espalda de los enemigos mientras la pólvora rastrera avanza por las calles y se estrella con pies y hace saltar a los curiosos.

La América arriba a la iglesia y suena la campana, aunque los gachupines continúan encendiendo las mechas un rato más, la batalla ha terminado.
Ganó la América, siempre gana, esta es una batalla apasionada donde los perdedores, que lo son de antemano, orgullosos dan la pelea.

La América


Guardía de La América
Flechas de los Apaches


Cuetes de los Gachupines

Los Gachupines encienden sus cuetes.






Los negros y “mestizos” de San Nicolás juegan a los indios y los españoles, a los indios cuyo nombre no tienen nada que ver con el Sur de México,  si con los enemigos de los españoles en la conquista por allá en el noreste de México y Arizona.  En la guerra entre calles de San Nicolás no hay afros, ni criollos, solo América y la reina, el fuego y el maíz, indios apaches y bandoleros extranjeros.

Mientras los antropólogos y demás estudiosos, la diáspora africana y otros intereres hablan de la tercera raíz, de lo afro, del empoderamiento, la gente de San Nicolás brinda con cerveza entre el humo suspendido de la pólvora y la América, rabiosa, le arrebata la corona a la Reina que bajo el ala de su madre se aleja llorando de la fiesta.



jueves, 17 de septiembre de 2015

HAY QUE GRITAR, PERO GRITAR CHINGÓN


Septeimbre 13 de 2015.  San Luis Acatlán, Guerrero

El patio, de tierra; bordeándolo, dos pequeñas edificaciones, una la cocina, con el comal ardiendo sobre las brasas –como todas las cocinas que huelen a tortilla– la otra, multiusos: oficina, sede de la radio, dormitorio al aire libre, celdas.
En el tronco del árbol grande, sombra bendita, cuelgan unos cuernos de chivo. Son los únicos “cuernos de chivo” que tienen la PC, así le llaman aquí, no solo a los cachos que cuelgan del árbol –y del chivo–, sino a la AK 47, la kalashnikov.  
Los Policías Comunitarios tienen, golpeando contra sus muslos, solo escopetas de un tiro, calibre 12, 16, 20.  Los comandantes y pocos más, tienen en el cinto algún revolver alojado en una funda de cuero.

Paso redoblado, ¡ya!  Firmes,  ¡ya!  presentar armas ¡ya!


Aun cuando a la vista de todos hay un letrero que informa que no se recibirán denuncias hasta nueva orden, la gente viene a informar que me han robado su guajolote, que la vecina no limpia su porqueriza y puede atraer enfermedades, que si pueden llamar por radio a aquel paisano de la comunidad de arriba para que baje, que qué se ha resulto del caso de mi detenido.

Policia comunitario y celda de la CRAC-PC

Corte de pelo a los detenidos


La Casa de Justicia, la grande, la matriz, queda en el pueblo donde en la catedral, por encima del Jesús crucificado, se ubica una escultura colorida y voluminosa del Rey Luis de Francia.  Esta es desde hace casi veinte años la casa de la CRAC-PC, Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias- Policía Comunitaria.  La policía auxiliar, así le llamaban antes, se creó un 26 de Septiembre cuando la gente de algunos pueblos, harta de muertes, de asaltos y sobretodo de violaciones en los caminos, formó su propia policía, una policía conformada por el pueblo, por los mejores de cada pueblo, dicen.
La PC está sustentada, según cuenta con propiedad uno de los Coordinadores de la CRAC, por la misma constitución de los Estados Unidos de México y por el Convenio 169 avalado por la presidencia ante la OIT, que se refiere al derecho de los pueblos originarios para autogobernarse.

Flanco derecho, ¡ya!   Flanco izquierdo ¡ya!

A grandes rasgos puede decirse que la CRAC-PC implica, por un lado, un órgano policivo y por otro uno de justicia. Los policías comunitarios, armados y con camisetas o gorras donde se lee el nombre la de institución, vigilan, detienen y atienden casos menores.   Los coordinadores y un cuerpo de acompañamiento como consejeros y autoridades locales, se encargan de dictar ordenes de aprensión, investigan y condenan.

Los detenidos, 13 por estos días, viven en celdas de la CRAC, comen lo mismo que los policías y hacen trabajo correctivo, en ello consiste la condena, deben trabajar en las comunidades, construyen, limpian, podan, durante el tiempo que la justicia comunitaria ha determinado de acuerdo a su delito: abigeato, asesinato, robo, o tantos otros.

–Ahora sí los caminos son seguros, no cien por ciento, pero arrasamos con casi todo.  Dice alguno, gorra en mano para enjugar el sudor.

Aquí las decisiones las toma la asamblea, la asamblea propone y vota con brazo erguido.  La asamblea, es decir, gente de las comunidades determina quién de la suya debe ser policía, personas con buena conducta y ocupadas de la comunidad.  La asamblea decide también quién debe ser coordinador, incluso cuando el mismo sujeto propuesto se declara no apto, inapropiado, poco disponible; la asamblea vota, y decide.

Asamblea Microregional

Asamblea Microregional


Pero ni la asamblea logró que hoy por hoy no hubiera en boca de todos un nombre asociado a la corrupción y la mala racha de la PC.  Eliseo, Eliseo, Eliseo.
Balacera entre policías comunitarios, acusaciones de robo, destrucción de torre de radio, un coordinador “comprado por el gobierno” dicen ellos, que golpeaba y torturaba, que iba abriendo casas de justicia sin asamblea ni consentimiento, que robó dinero y que era algo así como un bandolero.   Eliseo, Eliseo, Eliseo.  Guerra interna, y al final cárcel de la justicia regular para el muy nombrado, por otros delitos.


–Una vez más, a ver si nos sale mejor, es cuestión de no confundir la mano.
Flanco derecho ¡ya! Flanco izquierdo ¡Ya!  Marrrchen.  Redoblar paso ¡ya!



Están por celebrar su 20 años, por eso no hay tiempo para muchas denuncias, hay reuniones, asambleas, preparativos, y allá bajo, al amparo del techo de la cancha de un pueblo cercano, varios policías entrenan “el orden cerrado” para el desfile, caminar con elegancia, presentar las armas y para romper filas gritar, pero gritar chingón, dice el instructor, el lema de la CRAC-PC, con una significativa modificación en el tiempo verbal.

–El respeto a nuestros derechos
–Es justicia

Antes, la respuesta habría sido en futuro, será justicia, hoy es presente, y ya que gritaron chingón,  pues rompan filas.


AYOTZINAPA, DE VERDADES Y TOTUGAS


Septiembre 10 de 2015.  Ayotzinapa, Guerrero.

En un cuaderno abandonado al descuido en suelo, se leen las primeras líneas de la Internacional.   El salón está vacío, al fondo, como si a penas fuera Mayo, se ven aún textos conmemorativos por el día de la mujer:  Rosa de Luxemburgo, Elena Iparraguirre, Chiang Ching, Liu Ju Lan, memorables comunistas, se lee.
Antes esta era una gran hacienda, hoy son aulas escolares. 
Aquí, es el lugar de las tortugas, aquí es Ayotzinapa.



Entramos siendo niños y salimos siendo hombres, dice La Cotorra sosteniendo su guitarra, esa que ya no toca y que se ha vuelto una suerte de reliquia con un rosa en su interior, palabras escritas, collares y adornos colgando entre las cuerdas, recuerdos de gente de diferentes países que ha ido conociendo.

La Escuela Normal apareció en los mapas de la prensa mexicana y la internacional, e incluso en los mapas personales de muchos, por cuenta de lo sucedido hace poco menos de un año a sus estudiantes, cuando en Iguala, trataban de hacerse de autobuses para llevar a otros tantos a Ciudad de México y así asistir a la marcha del 2 de Octubre, épica conmemoración de otra matanza estudiantil, la de Tlatelolco.

Lo que pasó esa noche y los días siguientes está aún cargado de un misterio oscuro y malsano.  Existe la “verdad histórica” de la Procuraduría; existe, desde hace poco, la verdad llena de dudas de el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independiente del CIDH, que abre vías de investigación que la procuraduría obvio o cerró de un portazo. Están las verdades turbias de la tv y la prensa: que otro cuerpo ha sido identificado, que no faltan 43, que faltan 41, que el basurero, que el rio.  También están otras verdades, las de los padres que desde el día siguiente de aquella noche están aposentados en la escuela y que viajan buscando apoyo, contando su historia, exigiendo saber el paradero de sus hijos y justicia para los caidos.  O aquella del chico que vio volverse rojos sus tenis blancos con la sangre de un compañero; o la de aquel otro que se enfrentó al cerco, que huyó por los cerros, que se escondió en la casa de una mujer que les abrió la puerta y luego huyó más entre calles y, que finalmente, logró salir con vida.  Está la verdad del chico con asma que sufrió una crisis en medio de la tragedia.  La verdad del líder estudiantil que justo ese día estaba en misión fuera de la escuela, y que al llegar encontró cuerpos tendidos y varios ausentes.  Está la verdad que ha de tener el cartel de Guerreros Unidos, traficantes de heroína a Chicago, según dicen, en buses como los que tomaron esa noche los estudiantes.  Está la verdad de los policías municipales y federales, su verdad con tortura, y su verdad sin tortura.

Mientras todas las verdades siguen luchando por encontrarse y no hacerlo, la escuela sigue ahí, entre Chilpancingo y Chilapa, en Ayotzinapa, comunidad de Tixla, está la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos.  Aquí se forman futuros maestros de primaria, sus alumnos los esperan en las sierras, en los pueblos inaccesibles de la costa y el interior.
Los estudiantes, uno tras otro hablan de Lázaro Cárdenas, de Vasconcelos, de la fundación de 46 escuelas normales rurales por allá por el 26, aún con los fuegos de la revolución ardiendo.    De aquellas 46, hoy quedan 17, masculinas, femeninas y mixtas.   De los 5 módulos que conforman estas escuelas solo uno parece implicar más molestias desde tiempos muy cercanos a su fundación.  Académico, deportivo, cultural, de producción y, finalmente, político.    Se aprende matemáticas, geografía, historia; se juega vóley, se corre; hay banda y danzas; se siembran flores de muerto y se cuida el ganado y los cerdos; y además, tan espontáneamente, tan de transmisión de saberes sin maestros y discípulos como se trabaja la tierra, se forman círculos de estudio de pensamiento político, política de izquierda.
En los círculos de estudio, es donde despertamos la conciencia para sensibilizarnos ante los movimientos sociales.  Nos enfocamos a lo que son represiones hacia el pueblo. Yo cuando llegué, dije, por qué nos enseñan esto, yo pensaba que teníamos un gobierno bueno.   Pero cuando vivimos el 26 de Septiembre en Iguala pues no, me di cuenta que no, que es un gobierno corrupto, un gobierno con el que no nos identificamos, que solo le interesa el dinero para ellos y para las empresas capitalistas, –dice uno cuyo mote le recuerda que en la semana inicial en la escuela, se lastimo la rodilla corriendo las tres horas que corresponden.

Cultivo de Terciopelo y Cempaxuchi, flores de muerto


Él primero rondaba junto a los otros el altar levantado en la cancha techada, ahí están los 43 pupitres, fotos, nombres bordados en telas, juguetes, cartas a dios, cartas de dios.  Al frente, un Jesús crucificado, y ahí cerquita, la omnipresente virgen de Guadalupe, ángeles y velas.    Él estuvo sentado junto a los otros como celando el altar, luego anduvo por los pasillos de los dormitorios donde vive desde hace un año.  Brafor, le diremos Brafor –como está bordado en la parte superior de su sombrero– este año no sembró maíz.  En su tierra se da el frijol, la jamaica, la calabaza.  Él, un legionario de la virgen María ya no puede ni ir a la iglesia.  Sosteniendo su mochila entre los brazos dice rabioso:  nos ha estado haciendo muy feo este gobierno, o sea qué quería hacer, pues como ha estado pasando aquí en México, tanta gente que desaparecen y matan y ellos pues quedan así, pues ya.. y pues lo de nosotros es que  no son 2 o 3... pero así han ido haciendo, 2 o 3 han ido matando y así se queda la cosa.  Ellos hacen lo que hacen y nadie les dice nada, y nosotros no vamos a permitir eso, y seguimos insistiendo al gobierno, porque fueron ellos, fueron policías.
Brafor recuerda los Estados Unidos, los amigos, el tráiler donde dormía, las confusiones en las que terminó por no saber el idioma.  Ahora, él aquí, su esposa en casa con la hija  que va a la prepa; los otros dos, como lo hizo él, en Estados Unidos.  El otro, es uno de los 43, solo llevaba unos tres meses en la Escuela, ahora su papá ha dormido más noches y ha visto más días en Ayotzinapa que él mismo.


Atardece en Ayotzinapa, suena las trompetas desafinadas de los que entrenan para la banda, un rock argentino de hace una década sale de alguna ventana, Calle 13 y una cumbia de otro dormitorio.  Ya se duerme en la escuela, duermen estudiantes pelones de primer año, duermen los de años superiores, duerme –en algún momento lo hará– el secretario del comité estudiantil que despacha desde un aula vacía, el local dice él, porque oficina suena a burócrata.  Ya duermen los padres de los desaparecidos, de los muertos.  Duermen las tortugas en la escuela.

Dormitorios

LLUVIA DE MAÍZ

Septiembre 8 de 2015.  Acatepec, Guerrero.


Ángel dice que aquí arriba, en la alta montaña, todo es más pequeño, más frágil, –mis hijos son flaquitos y chaparritos y el maíz se tarda mucho en crecer y ponerse bueno.
Dice que abajo, donde hace calor, la gente es alta y gorda, el maíz crece rápido y todo parece suceder mejor.
Acatepec se levanta entre grandes montañas del verde vibrante de los bosques nativos y al final de la tarde el pueblo queda cubierto por el manto blanco de la neblina. En medio de la noche, entre las callejuelas oscuras, suena una banda triste que arrulla a un muerto.

Hace dos años cayó la desgracia.  Sobre las dos costas y las montañas ese fin de semana, llovió llovió y llovió, los montes se deslavaron y los ríos crecieron furiosos llevándose todo a su paso. Ingrid y Manuel, los huracanes de Septiembre del 2013 arrasaron con casas y cultivos y dejaron escuelas y centros de salud bajo tierra.

Antiguo albergue

Ahí, en ese llano verde cerca al rio parecía ser el lugar ideal, no había que acarrear tierra y piedra de lejos, era perfecto– dice el hoy director de la Escuela de Zontecomapa, recordando que él mismo recomendó construir la escuela, el albergue (donde duermen los estudiantes) y el centro de salud allí, en el vega del rio.  
–Cada cincuenta años pasa, dijeron después los viejos, pero nosotros cómo íbamos a saber.
Un salón de clases

Hoy, y a pesar de las autoridades locales, desde Acatepec se organizaron varios de esos municipios alrededor de “Que llueve maíz en la montaña”, un programa que buscaba –y busca– que los damnificados reciban un paquete de granos básico (maíz, frijol, arroz y sal) y aunque se trataba sobretodo de un recurso de emergencia, hoy, a dos años de la lluvia furiosa, aún no se terminan de entregar la primera de dos etapas donde hab´ria seis entregas, una mensual, de granos básico.   Hoy, tras dos años, está por terminarse el colegio nuevo, el albergue nuevo, el centro de salud nuevo y pequeñito, todavía sin doctor ni mobiliario.  Solo algunas casas se han repuesto a los damnificados, ni siquiera la mitad de ellos han recibido las minúsculas casas prefabricadas.

La gente trabaja para temrinar la nueva escuela
La gente trabaja para terminar la nueva escuela

Ángel, que tiene su changarrito de zapatos en el centro de la cabecera municipal, no fue daminificado, pero desde el día que tuvieron que romper candados para hacerse de las ayudas enviadas por el gobierno, reclamadas por las autoridades locales pero extrañamente no repartidas, él está esperando que llueva el maíz en la montaña.  Ángel dice que si dios se lo permite quisiera tener 15 hijos,  solo le faltan 12.  Espera que llegue el maíz, que otros releven el lugar de los que empezaron con todo el ruido por los damnificados y, que sus hijos, como los de abajo, los de la falda de la montaña, sean grandes y gordos.

Ángel y su amigo