Septiembre 8 de 2015. Acatepec, Guerrero.
Ángel
dice que aquí arriba, en la alta montaña, todo es más pequeño, más frágil, –mis
hijos son flaquitos y chaparritos y el maíz se tarda mucho en crecer y ponerse
bueno.
Dice
que abajo, donde hace calor, la gente es alta y gorda, el maíz crece rápido y
todo parece suceder mejor.
Acatepec
se levanta entre grandes montañas del verde vibrante de los bosques nativos y
al final de la tarde el pueblo queda cubierto por el manto blanco de la
neblina. En medio de la noche, entre las callejuelas oscuras, suena una banda
triste que arrulla a un muerto.
Hace
dos años cayó la desgracia. Sobre las
dos costas y las montañas ese fin de semana, llovió llovió y llovió, los montes se deslavaron y los ríos crecieron furiosos llevándose todo a su paso.
Ingrid y Manuel, los huracanes de Septiembre del 2013 arrasaron con casas y
cultivos y dejaron escuelas y centros de salud bajo tierra.
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Antiguo albergue |
Ahí,
en ese llano verde cerca al rio parecía ser el lugar ideal, no había que
acarrear tierra y piedra de lejos, era perfecto– dice el hoy director de la
Escuela de Zontecomapa, recordando que él mismo recomendó construir la escuela,
el albergue (donde duermen los estudiantes) y el centro de salud allí, en el
vega del rio.
–Cada
cincuenta años pasa, dijeron después los viejos, pero nosotros cómo íbamos a
saber.
Hoy,
y a pesar de las autoridades locales, desde Acatepec se organizaron varios de
esos municipios alrededor de “Que llueve maíz en la montaña”, un programa que
buscaba –y busca– que los damnificados reciban un paquete de granos básico
(maíz, frijol, arroz y sal) y aunque se trataba sobretodo de un recurso de
emergencia, hoy, a dos años de la lluvia furiosa, aún no se terminan de
entregar la primera de dos etapas donde hab´ria seis entregas, una mensual, de granos
básico. Hoy, tras dos años, está por
terminarse el colegio nuevo, el albergue nuevo, el centro de salud nuevo y
pequeñito, todavía sin doctor ni mobiliario.
Solo algunas casas se han repuesto a los damnificados, ni siquiera la mitad
de ellos han recibido las minúsculas casas prefabricadas.
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La gente trabaja para temrinar la nueva escuela |
Ángel,
que tiene su changarrito de zapatos en el centro de la cabecera municipal, no
fue daminificado, pero desde el día que tuvieron que romper candados para
hacerse de las ayudas enviadas por el gobierno, reclamadas por las autoridades
locales pero extrañamente no repartidas, él está esperando que llueva el maíz
en la montaña. Ángel dice que si dios se
lo permite quisiera tener 15 hijos, solo
le faltan 12. Espera que llegue el maíz,
que otros releven el lugar de los que empezaron con todo el ruido por los
damnificados y, que sus hijos, como los de abajo, los de la falda de la
montaña, sean grandes y gordos.
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Ángel y su amigo |
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