martes, 21 de enero de 2014

EL CLUB DE LOS RABIOSOS (IV): De la monita y los miquitos (Por: Lucho)

     Ya estaba entrada la noche, de esas noches frías y sospechosas en que solían terminar esos días, y con la noche nosotros menos callados, cansados de tanto caminar, de tanto estar sentados en las bancas heladas del parque, fumando y fumando y hablando de tanta revista, de tanta historia que siempre se inventaba el Negro, aunque él como introducción siempre se echaba la cruz tirando al final un beso arriba y diciendo –se los juro por chuchito lindo que lo que les voy a decir paso tal cual. Y justo después empezaba un relato del encuentro furtivo con la rubia esa bonita que vivía por la cuadra de él, y que lo miró y le dijo no sé qué vulgaridad y le mordió la boca. O del camionero que transportaba madera y otras tantas cosas y que según el Negro le propuso que fuera su socio y que traficaran juntos miquitos y amapolas. 
Yo me reía calladito, y el Flaco le preguntaba detalles:
       –Pero, ¿qué ropa llevaba la monita?  ¿le agarro la cabeza y lo arrimo a ella, o se le boto así no más?
Y yo me reía, y el Negro enriquecía su historia con incontables detalles asombros:
– Se me fue arrimando despacito despacito, y se mordía el labio de abajo hasta que no se aguantó más y se me mandó directo a la boca.  Y ojo, que las manitas no las tenía tan quietas, eso era una manosiadera. 
Y yo me reía y prendía otro cigarrillo.

         Cuando el Negro ya no podía más con tanta historia, y ya los tres estábamos mirando al cielo con el cigarrillo en la boca, terminábamos por decir -hablando sin quitarnos el cigarrillo de la boca, porque ya lo habíamos aprendido a hacer-, que lo de la monita lo tenía que saber el Darko, y había que mirar lo de los micos y la amapola; entonces nos levantabamos como adormilados, y caminamos hasta la tienda a ver si el viejo Cantor ya estaba de buenas.

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