lunes, 12 de agosto de 2013

CONCORDANCIA DE GÉNERO


–¿Te imaginas la calor que hace allá adentro?
El niño sostiene la paleta violeta cerca de su boca, de vez en cuando extiende la lengua hasta tocar con la punta el pedazo de hielo saborizado, mientras tanto mira como hipnotizado la enorme tela del globo aerostático que empieza a hincharse con la entrada del aire caliente.
Mamá, distraída, enreda su dedo índice en los rulos dorados de la niña dormida en sus piernas.
–Se dice “el” calor.
–Por eso, la calor que debe hacer allá adentro.
La niña de los rulos se mueve inquieta sobre la falda de mamá, abre los ojos, la mira fijo y se pone en pie; sobre sus piernas rechonchas se aleja al parecer siguiendo una pelota dorada que ha ido a parar ahí cerca.
–No, “el calor”.  ¿No ve que el calor es machito?
El niño continúa mirando el globo, la tela de parches rectangulares de colores brillantes hondea y empieza a tomar la esférica forma.  Papá, que con su mano acaricia la espalda de mamá bajo su camisa, se yergue un poco y se sostiene acodado sobre el césped, de inmediato cae en el juego hipnótico de la tela que se hincha.
–Pues claro, el calor viene de “el “ sol.
El niño sin dejar de mirar el globo parece de repente perturbado, su cabeza se inclina un poco hacia la izquierda y sus ojos se entrecierran en un gesto que bien podría parecer concentrado o estúpido.
–¡Pero si ya es de noche! Esa calor no viene del sol sino de “la” candela.
Mamá sale de su sopor y voltea a mirar a papá que aunque parece que mirara el globo, en realidad espía de reojo a su hijo.  Se tarda, lo piensa.
–No se dice candela Camilo, se dice “el” fuego.  El calor del fuego.

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