Febrero
de 2014. Tifariti, Sahara Occidental.
Territorios liberados por el Frente Polisario.
Tras un par de aplazamientos, me espera la ruta al sur, más de 900 kms bien al sur, a Agüenit, en el corazón del desierto, del desierto de verdad, del Sahara. En Rabuni, campamento donde se ubica la administración de la RASD y sus distintos ministerios, esperamos. Todos esperamos, los periodistas argelinos, los arqueólogos vascos que van a Tifariti, incluso los mismos saharauis esperan. Nadie sabe bien qué esperábamos, solo lo hacemos. Saldremos cuando salgamos. Yo espero con la calma que me da haber conseguido entrar en el ritmo Saharaui, este del siroco que agrieta todo dejando una capa de arena hasta lo más profundo de la nariz, el del té espumoso, el de los hombres tendidos bajo mantas viendo la tv y conversando, el de las mujeres sobre la alfombra riendo y charlando, el ritmo de otro tiempo, de otros tiempos. –Cambiar ritmo– dice en su balbuceado español Hasana.
Después de tres estaciones militares Argelinas, por fin los
Saharauis a bordo de la carava están en su tierra, por fin no son extranjeros,
exiliados, extraños a los que se ayuda con un pedazo de hammada (desierto pedregoso, el desierto del desierto). Este es El Desierto,
así, en mayúscula, porque lo es por antonomasia, es el legendario Sahara que
rápidamente noté tan lejano de las ideas occidentales asociadas a esta
geografía. ¡Está vivo! Crecen por aquí y
por allá taljas, (acacias del desierto)
de formas caprichosas acompañadas de arbustos rastreros. A veces atravesamos bastos
messereb (llanura de piedras sueltas)
que se me antojan compactas autopistas naturales, luego, lo que parece un
bosquecillo de taljas, pero es en
realidad un wed, un río, en medio del
desierto, un rio sin agua. Cuando llueve, estos surcos se llenan de agua, a lo mejor ahora que no ha llovido en tres
años, el agua está también allí, solo que no consigo verla, quizá sola la ven los beduinos
y los iniciados. He visto dbaba (plurar de dab, lagarto del desierto) que
son pequeños dragones de unos 40 cms, negros y brillantes que emiten un sonido
seco con sus resoplidos y que salen de sus madrigueras cuando el calor más
azota. He visto serpientes agazapadas
entre las rocas; bubisher, el ave de
las buenas nuevas y cuervos posados elegantemente entre las espinas de las taljas.
He visto vida, un poco de la vida del desierto.
En mis periodos de silencio en el auto ocupado por los
chicos de la televisión argelina y el conductor Saharaui, me comía el desierto
con los ojos, con la nariz. A veces
arena amarilla, a veces blanca, a veces wed
y massared, a veces lechos de piedras negras, a veces un rebaño de camellos
a los lejos. Y mientras miraba, iba pensando
en militares enanos, en la muerte de un beduino, en camellos voladores, en la
sed, en un frig (campamento de varias
jaimas) viviendo durante tres meses
sin agua, solo con la leche de camella; pensaba en manos pintadas con henna lavando los cacharros con fina
arena, en hombres orando cinco veces al día en dirección a la meca. Mientras miraba, pensaba que la libertad a lo
mejor no es hacer lo que te de la gana, es levitar a contraluz con el atardecer
al frente levantando una espesa nube de polvo, es el infinito, la vista que no
encuentra donde detenerse.
Al anochecer llegamos a Tifariti, una base militar que está muy lejos de la imagen que esta expresión
haría en un colombiano promedio. Es una
bella casa de adobe con varias habitaciones con cojines disponibles para los
visitantes. Tifariti es un poderoso símbolo de la resistencia saharaui, alguna
vez fue un pueblo construido por los españoles, fue bombardeado y tomado por
Marruecos y finalmente liberado por el Polisario. En este mismo lugar, mi amigo y
guía, vivió su vida militar hace ya tiempo, por allá por el 92, un año después
del alto al fuego. Su trabajo y el de su
pelotón era velar por el sostenimiento de ese alto al fuego, monitorear el muro,
detectar focos de espionaje en los alrededores, ya que desde el principio todo
el mundo árabe, a excepción de Argelia, es pro- Marruecos, cualquiera podía ser
un infiltrado. Heme aquí, ¡por fin en el desierto!
Más fotos en mi web: http://www.anakarinadelgado.com/#!inshaallah-la-vida-entre-parntesis-/c2ra
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