domingo, 1 de octubre de 2017

SOÑADORES EN LA PENÍNSULA


Arriba, en el extremo noroccidental de Suramérica, en esa extensión de tierra que se derrama sobre el Mar Caribe y que constituye el territorio ancestral de los indígenas wayuu, se escucha el romper de las gotas gordas de agua estrellándose contra el techo de la enramada. Llueve en la baja Guajira y tres niños, aún bajo techo, miran la tierra mojada. Atardece rojo encendido y los niños, ahora eufóricos por el agua que no suele venir en abundancia en Mayo, ni casi nunca en los últimos años, saltan y gritan sobre la cama-baja de un camión estacionado. Los otros dos ayudan al tercero que se desplaza con dificultad, arrastrando la mitad izquierda de su cuerpo que siempre parece resistir los intentos por moverla. Cuando por fin consigue subir, los otros bajan rápidamente. Segundos después, solo y angustiado, el tercero estudia cómo bajar de nuevo al suelo para seguir a los demás, pero luego se distrae, deja caer la cabeza hacia atrás sintiendo llover en su boca abierta, grita y se golpea el pecho con los puños cerrados como un pequeño orangután.

En la península, lo dicen sus habitantes, conviven un mundo físico, el de lo visible (anasü) y otro (pülasü) donde habitan los yulujas, las sombras de los espíritus separados de los cuerpos muertos. Entre ambos mundos existe un puente tendido por Lapü, el espíritu y fuente de todos los sueños; a través suyo los que viven en el mundo visible reciben premoniciones encriptadas. Los mensajes versan sobre las anheladas lluvias, la mortal sequía que se avecina, el lugar apropiado para levantar la enramada, la guerra a la que la familia se enfrentará en disputa con otro clan, la vida próspera que tendrá el recién nacido que se mece en el chinchorro, la tragedia, la muerte.
Según algunos, Lapü no es sólo el sueño de los durmientes, es la fuerza que deposita el alma en los wayuu que nacen y va arrancándola a los que mueren.




Por la violencia de Lapü, a veces sufren los soñadores, pero sufren más los que no sueñan, sólo les espera la enfermedad, porque quien no consigue soñar, puede decirse que está casi muerto. Otros, en cambio, son especiales, son soñadores a voluntad, interpretes de Lapü, son Outshi —hombres— u Outsu —mujeres—son chamanes, médicos tradicionales. Dicen los wayuu, que lo que Lapü ordena, conviene obedecerlo, que siempre hay que permitir que outshi u outsu oficie los actos que se hayan pedido para evitar la desgracia.


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